Recientemente, asistí a una persona que había sido detenida en un control de tráfico. Cuando la policía le pidió que se bajara, cundió el pánico. Esto se debió a que mi cliente, llamémosle Peter, llevaba una pequeña bolsa de droga. En un momento de descuido, Peter intentó tirar la bolsa. Pero en vano, un agente vio a Peter tirar la bolsa y fue detenido como sospechoso de violar la Ley del Opio.

En comisaría, Peter fue interrogado por la policía. Normalmente, habría vuelto a salir al cabo de unas horas. Después de todo, sólo se trataba de una pequeña cantidad de droga. Sin embargo, las cosas resultaron diferentes. De hecho, durante el interrogatorio le preguntaron a Peter si se oponía a que registraran su casa. Tras insistirle con comentarios como "seguro que no tiene nada que ocultar" y "si no, nosotros mismos nos encargaremos de conseguir una orden de registro", Peter, creyendo que era mejor para él cooperar, accedió al registro. En el domicilio de Peter se encontró una cantidad considerable de droga, con la que Peter había firmado su propia orden de registro.

Por ley, la policía no está autorizada a entrar en una casa así como así. Aunque no tenga nada que ocultar, no tiene por qué dar permiso a un completo desconocido para que rebusque entre sus efectos personales. La intimidad de la que puede disfrutar en su propia casa es considerada un gran bien por nuestro Estado constitucional. Lo que ocurra en su propia casa no es asunto de nadie.

Volviendo a Peter. Por experiencia, sé que un juez de instrucción casi nunca concederá un "caso de registro" por un poco de droga. Sin embargo, con el permiso de Peter, la policía ya no necesitaba una orden del juez y los agentes podían registrar toda la casa de Peter a su antojo.

Si Pedro no hubiera dado permiso, su casa nunca habría sido registrada y él habría estado fuera a las pocas horas.

Por lo tanto, mi consejo es: nunca dé permiso para registrar su domicilio antes de haber tenido la oportunidad de consultar a un abogado. ¡Aunque no tenga nada que ocultar!